sábado, 28 de julio de 2012

Tell me... why?- Capítulo 8

*Son tantos los recuerdos que tengo de ti Inoo, pero creo que el más precioso de todos es aquel en el que cumplimos dos años, justo después de terminar la secundaria, para celebrar, me regalaste el día más maravilloso de mi vida ¿como podías ser tan cambiante? Incluso te veías como un padre orgulloso de su hijo por haber sacado tantos diplomas, pero fue hermoso como trataste de que disfrutase al máximo  ese día; es la evocación perfecta que tengo de tu inexistente dulzura y amor…*


Me encontraba despidiéndome de mis amigos y algunos compañeros de clase, estuvimos juntos por tres largos años y ahora nos tocaba separarnos, trataba de mantener las lágrimas a raya pero sin lograrlo del todo, les había  cogido mucho cariño, fuimos un buen grupo, uno muy unido, y a pesar de que me separaba un poco de ellos siempre me ayudaron y apoyaron también, ni hablar de mis amigos cercanos, en especial Yuya, siempre lo consideré un hermano mayor para mí, aunque fuera tan baka e infantil, siempre estaba ahí tratando cuidarme y reclamándome que deje a Inoo de una vez por todas, pero yo; como siempre; hacía oídos sordos a  sus reclamos y cambiaba el tema rápidamente para cortarlo, terminaba por cansarse y parar, sin embargo lo volvía hacer al día siguiente; así era él.

Con un fuerte abrazo me despedía de mi gran amigo, que muy a mi pesar se iba del país, y aunque me invitó a ir con él, tuve que rechazarlo, no concebía la idea de alejarme de mi amado Kei, eso era algo intolerable, incluso de pensar.



Nos separamos con el llanto en nuestros rostros, después de todo no volvería a verlo en largo tiempo, y a decir verdad, me asustaba un poco alejarme del único amigo verdadero que había tenido en los últimos años, fue el quien me cuidó y me dió techo las reiteradas veces que huía de Inoo, ya que vivía con el, sin éxito claro está y que nunca dejaron de ser intentos vanos.

Me regresaba a casa, su casa, cuando un coche se aparcó a un costado de la calle y mi sorpresa fue más que evidente al ver salir de ahí a Kei en un hermoso convertible negro, le gustaba llamar la atención.

-vamos a dar una vuelta, yo invito- declaró con una sonrisa en su rostro.

No me esperaba que apareciera de nuevo por ahí, se suponía que se iría a la universidad ni bien acabara la ceremonia, pero no, se encontraba en ese lugar, esperando por mi ¿Por qué? ¿Por qué hacía eso?

- ¿no quieres venir conmigo acaso?-

-¿eh? Ah no... yo... digo si... Emmmm-balbucee confundido.

Se acercó a mi y entrelazó nuestras manos- vamos - me dijo y tiró de mi para entrar al auto.

Mantuvimos el silencio durante todo el trayecto, era raro e incómodo estar así con el, en casa apenas y lo veía, y cundo lo hacía era solo para tener sexo, mas allá de eso apenas e intercambiábamos palabras ya que el salía más temprano que yo y volvía muy noche, de madrugada casi; algunas veces para tener relaciones conmigo y otras para encerrarse en su habitación con una o más mujeres privándome del sueño por interminables horas en las que pensaba que posiblemente algunas de esas me lo quitaría y alejaría de mi lado, dejándome completamente solo.


Luego de tan agobiante silencio, se estacionó frente a un sitio bastante lujoso y me hizo bajar. Al entrar me di cuenta de que el lugar no era tan caro como pensaba por lo que había visto en su prominente fachada, no, ¡lo era mucho más!, como podía existir un lugar tan cautivante y lujoso como aquel. Jamás había escuchado hablar de el, tal sitio tendría que haber sido promocionado, pero, no recordaba haber escuchado mencionar nunca antes aquel restaurante, su vista por fuera era imponente, resaltaba entre toda la cuadra, pero sus interiores demostraba una perfecta combinación entre  delicadeza y elegancia, la exclusividad se denotaba en cada rincón, hermosos candelabros decoraban el techo, las paredes de un color crema y un tanto sombrío pero eso si, la distinción no se perdía, las mesas con un blanco deslumbrante y ni hablar del resto de la decoración.

-¿comeremos aquí?-

-si, ¿te gusta?- pregunto con una sonrisa.

-claro que si, es increíble pero, ¿estás seguro? Se ve que es demasiado caro- inquirí.

-nada vale tanto como tú-

Era por esto, era por estos pequeños gestos que no podía dejarle, por estos detalles tan lindos que tenía conmigo en ocasiones, siempre tan cruel y despiadado pero, en momentos inverosímiles como estos se portaba como el más correcto de los caballeros y me hacía sonrojar con sus muestras de afecto, un abrazo, un beso en la frente de buenas noches, un arroparme y quedarse a mi lado hasta que durmiera, secarme bien el pelo antes de ir a la cama para que no enfermara, cosas de ese tipo se manifestaban en sus acciones, eran mimos que me regalaba, muy de vez en cuando, sí; pero me hacían el ser más feliz de la tierra mientras duraban.
La persona que amas consintiéndote así, tan dulcemente, era muy bello, hasta llegaba a opacar los maltratos diarios a los que me sometía, todo recuerdo amargo se esfumaba en un abrir y cerrar de ojos cuando sentía la calidez de su alma...

Pasamos juntos una velada por demás encantadora, charlamos de muchas cosas, compartimos planes a futuro, bromeamos, hicimos lo que una pareja normal hace en una celebración, pero para mí, fue algo radicalmente distinto, tu gentileza y ternura fueron algo único, incluso me hiciste sentir que en verdad me amabas, casi podía admirarlo en tus ojos al verme, sentía cariño en estos, en tus palabras de felicitación y en tus suaves caricias, inclusive si todo era producto de mi imaginación no me importaba, no me importaba si con ello podía sentirme amado por ti, no si podía sentir que me correspondías, no si con ello era el ser más dichoso del mundo…

Al llegar a casa pensé que íbamos a concluir la noche con una perfecta muestra de placer carnal pero, al ver como te despedías de mí con un tierno beso en la frente y una dulce caricia en la mejilla la ilusión de ser poseído se desvaneció, enserio quería terminar la noche con broche de oro sintiéndonos y dándonos placer pero debía conformarme con todo lo que hiciste por mi durante el día, no podía presentar queja alguna, fue lo más excepcional que habías hecho, no podía ser tan codicioso.
Traté de convencerme a mi mismo una y otra vez mientras me dirigía a mi habitación, pero no lo conseguía del todo, estaba pidiendo demasiado, eso lo tenía claro, debí conformarme con su cariño, ese que necesitaba más que a nada, porque algo sí tenía muy claro, su amor… nunca sería mío…nunca…

Estaba recostado en la cama sonriendo como idiota al recordar lo vivido ese día, fue perfecto en verdad, algo completamente inexplicable pero muy bello, tan sumido me encontraba reviviendo todo lo sucedido que ni me percaté cuando Inoo entró a mi habitación, solo sentí su presencia cuando pude apreciar el calor que su cuerpo me brindaba.

-¿Inoo?, ¿qué haces?-

-lo siento, es que… me preguntaba si no te molestaría que duerma hoy contigo ¿puedo?-

-¿eh? claro, no m…me molesta – dijo muy confundido, no me sorprendía el hecho de que quisiera dormir en mi habitación pero, si el hecho de pedirme permiso, nunca antes hizo tal cosa, si quería un revolcón se metía, hacía lo que le apetecía conmigo y luego se iba sin siquiera decir adiós. Este Inoo me mareaba un poco, su forma tan dulce y gentil era anormal, tanta amabilidad de su parte comenzó a espantarme, y si disimulaba ser lindo conmigo solo para después hacerme una de las suyas y dejarme llorando como vil imbécil  como siempre lo hacía ¿qué? ¿cómo debía reaccionar ante aquello?

Al diablo con eso, lo disfrutaré mientras dure…

-Daiki, escúchame bien si?-

-claro Inoo ¿qué pasa?-

-te quiero…- se me heló el cuerpo.

-¿eh? qu..que dices?-

-te quiero Daiki, déjame demostrártelo-

Al momento tomó mi rostro con suavidad y me besó, fue tan inocente y dulce a la vez, besó mis labios, mis mejillas, mi frente, mi nariz, todo mi rostro, mientras que yo sólo sonreía por ello, lo sentía tan tierno, casi irreal, pero no era un sueño o una fantasía, él en verdad se portó así de cariñoso conmigo.
Se acomodó mejor encima de mí y  siguió devorando mis labios, solo atiné a rodearle el cuello con mis brazos y acercarlo aún más a mi cuerpo, jadeaba un poco de lo excitante que era, nuestras lenguas serpenteaban en la cavidad del otro, nos sacamos la ropa en menos de un minuto, la desesperación era innegable, aunque esta vez su manera de besarme transmitía nuevos sentimientos que no supe identificar muy bien, mi cuerpo pedía a gritos por que lo acaricie.
 Nuestras manos recorrían célebres cada centímetro de piel desnuda, nuestros cuerpos se rozaban placenteros y nuestros miembros se friccionaban sublimes el uno con el otro, era perfecto…





-Kei  ahhh… ahh..-

-Daaai  n…no… hagas e-eso!-

- pero te gusta o mmmmhh  no?-

-si ahh pero no  quiero que.. que te lastimes ahh!- solo le sonreí con lujuria

-córrete… Kei… quiero que te corras dentro mío yahh-

Me encontraba subiendo y bajando a toda prisa por su extensión, aprisionando su miembro al extremo cada que subía, no dejé que me dilatara porque no lo creí necesario y aunque no resultó como pensé me lo estaba disfrutando como nunca, el dolor sólo incrementaba mi deseo sádico de apretar con más fuerza, estaba en el cielo del inmenso placer en el que se sumía mi cuerpo, me sentía ascender al paraíso mismo, me ahogaba en el goce del sexo, aunque… tal vez y, solo talvez en ese instante no lo era, no era sexo, era… amor…


Me desperté al día siguiente, al notar que no estaba junto a mí me paralicé, esto no tenía buen presagio, tanta dulzura tanto amor ¿y ahora? Sabía, yo sabía que me iba a salir con una de las suyas, lo presentía, pero no pude haber estado más equivocado, ese día, me arrebataste la vida…


*Así fue Kei, aquel día desapareciste y me dejaste hecho una piltrafa, porque ¿qué soy si no eso? Un pobre intento de hombre  que se quita la vida evocando un amor pasado, sólo eso, patético.
Siento mis ojos cerrarse, ya no puedo abrirlos, me falta el aire, mis palpitaciones disminuyen, dejo de verte, acaso ¿acaso estoy muriendo? ¿es así? Que pena doy, que vergüenza doy, ni siquiera tuve el valor de afrontar la vida, una vida sin ti, pero, lo que más rabia me da es que me iré y no sabré, no sabre nunca…¿por qué?
¿por qué te empeñaste en lastimarme tanto? ¿por qué me odiaste tanto? ¿por qué me dejaste? Dime, Inoo,  dime… por qué?...*


Y en ese instante dejó de sentir el dolor que afligía a su alma,  el dolor que se convirtió en su tormento, el dolor de amar a quien no corresponde, el profundo y más misero sufrimiento de perder al ser amado que nunca te amo, ese dolor irremediable que se había encarnado dentro suyo, ese que no lo dejaba sonreír, ese dolor que lo agobiaba, su cruz, su tormento, por fin dejaba de sentirlo, por fin se aliviaba su alma de aquello que tanto daño le hizo, el dolor del rechazo, el dolor del abandono,  el dolor de… vivir…

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